sábado, 28 de mayo de 2016

José Abelardo Quiñones Gonzáles

José Abelardo Quiñones Gonzáles Héroe de la aviación peruana. Nacido el 22 de abril de 1914 en el puerto de Pimentel, convertido hoy en distrito de la provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque, José Quiñones era hijo de José María Quiñones Arizola y de Juana Rosa González Orrego. Egresó de la Escuela Central de Aviación Jorge Chávez con la promoción Comandante Raguz y recibió por Resolución Suprema nº 2, el 9 de enero de 1939, su despacho de alférez de aeronáutica. En la fecha de su graduación, durante la demostración aérea de su promoción, asombró a la concurrencia realizando un vuelo invertido a un metro del suelo, con lo que demostró sus portentosas aptitudes, rayanas en lo imposible.
En 1941 se produjo la agresión ecuatoriana en la frontera Norte. La primera división ligera, en su orden del 2 de julio, fijó la misión de recuperar la frontera en una maniobra apoyada por la acción de la aviación sobre el puerto ecuatoriano de Quebrada Seca. Es así como a las 07:50 horas del 23 de julio, conforme consta en los partes de misión y en los testimonios escritos de testigos presenciales, la escuadrilla 41 despegó para dar cumplimiento a su misión.
Dicha escuadrilla estaba al mando del teniente Antonio Alberti, acompañado de los tenientes Fernando Paraud y José Quiñones y del alférez Manuel Rivera. A las 08:00 horas se encontraron sobre el objetivo e iniciaron el pasaje para dar cumplimiento al bombardeo de Quebrada Seca. En ese preciso momento y cuando el teniente Quiñones efectuaba un descenso para lanzar sus bombas, su avión fue alcanzado por el fuego de las piezas antiaéreas enemigas, quedando afectado en sus partes vitales.
Envuelto en llamas su avión, el teniente Quiñones, lejos de utilizar su paracaídas, en el uso del cual era experto, con plena conciencia de sus actos mantuvo el equilibrio de la máquina y describió con ella un ceñido viraje hacia la batería enemiga, contra la que se estrelló destruyéndola por completo. Cumplió así la misión confiada heroicamente, con desprendimiento, valor, abnegación y el sacrificio de su propia vida, que había jurado consagrar a la patria cuando recibió su espada de oficial de la Fuerza Aérea del Perú. La propia Fuerza Aérea ecuatoriana reconoció el heroísmo de Quiñones y el gobierno del Perú le concedió el ascenso póstumo al grado de capitán de Aeronáutica por muerte en acción de armas.
Por ley nº 16126, del 10 de mayo de 1966, el congreso de la República lo declaró héroe nacional, a la vez que dispuso que el día 23 de julio de cada año, aniversario de su sublime sacrificio, fuese declarado el día de la Aviación Militar del Perú y que se efectuasen en la citada fecha ceremonias conmemorativas recordatorias en todas las bases aéreas de la República. De esta manera exalta el país los méritos de uno de sus hijos más queridos, cuyo ejemplo constituye una lección de patriotismo para las presentes y futuras generaciones de peruanos.

Alfonso Ugarte Vernal

Alfonso Ugarte Vernal, hijo de Narciso Ugarte y de Rosa Vernal. Nació el 2 de agosto de 1847 y murió, heroicamente, a los 33 años, defendiendo la bandera patria de las manos del enemigo durante la batalla de Arica. Educado en colegios mercantiles de Valparaíso y Europa (1861-1867), incursionó con marcado éxito en la agricultura, en el comercio y en la explotación del salitre. También fue eficiente servidor público luego del feroz terremoto de 1869, como alcalde de Iquique (1876) y miembro de la beneficencia de dicha ciudad. Iba a viajar nuevamente a Europa por asuntos de negocios de la firma Ugarte, Zeballos y Compañía que él había fundado, cuando estalló la guerra con Chile (abril de 1879).

Alfonso Ugarte
A pesar de la situación tan difícil resolvió quedarse e invertir su fortuna personal en favor de la defensa de la patria; inició una colecta para sostener a las tropas y pagó, con su propio dinero, uniformes, vituallas y acémilas. Comandó el Iquique, batallón que también financió personalmente, participando con él en las batallas de San Francisco y Tarapacá(noviembre de 1879). En esta última fue herido en la cabeza, no obstante lo cual recorrió el campo de batalla para contener el repase de los caídos en la contienda. No quiso retirarse de la guerra a pesar de haber sido atacado por el paludismo y, desde Arica, rindió juramento a la bandera obsequiada por las señoras de su tierra natal al batallón Iquique.
Al lado de Francisco Bolognesi, participó heroicamente en la batalla de Arica (7 de junio de 1880) y, cuando se vio rodeado por el enemigo en el morro, se lanzó al mar defendiendo el honor de la bandera nacional. El historiador José A. del Busto ha reconstruido aquel glorioso momento de la siguiente forma:

 Entonces fue que Alfonso Ugarte, en su caballo blanco y con celeridad de urgencia, acudió a un sitio y otro tratando de mantener el enlace de los batallones y de llevarlos hasta la cresta del morro para defenderlo hasta el mar. Tomó Ugarte en sí esta responsabilidad porque ya casi todos los jefes peruanos estaban muertos o heridos. Uno de los pocos que seguía sano era Arias Aragüez, quien rodeado de enemigos fue intimado hasta tres veces para que se rindiera, mas el tacneño se negó a entregar su espada cayendo fulminado a balazos al no atreverse ningún oficial chileno a quitársela. Así las cosas llegaron los enemigos muy cerca del mástil donde estaba la bandera, defendiendo la cual murieron cantidad de soldados peruanos con el mayor Blondell, quien sucumbió al pie del asta dicen que habiendo bajado el pabellón para salvarlo del adversario. La tradición narra que muerto Blondell, el bicolor quedó flotando en varios brazos, sin llegarlo a tocar el enemigo, y que entonces un jinete lo arranchó a quienes lo tenían y espoleando a su caballo blanco se lanzó al vacío con la bandera en su mano derecha por el lado norte del morro: era el coronel Alfonso Ugarte.

alfonso ugarte arica portada





Andrés Avelino Cáceres

Militar y político peruano, héroe de la Campaña de La Breña contra la ocupación chilena de Perú durante la Guerra del Pacífico (1879-1883) y dos veces presidente de la República peruana (1886-1890 y 1894-1895) durante el Segundo Militarismo. Ingresó muy joven en el ejército y tomó parte en varios de los enfrentamientos civiles de la época al servicio de Ramón Castilla. Ascendido a capitán, acudió a la frontera cuando estalló la guerra con el Ecuador. Durante el gobierno del general Pezet fue desterrado a Chile por su oposición al presidente; cuando le fue permitido regresar al país, apoyó el golpe de Estado de Mariano Ignacio Prado y participó en el Combate del Callao o del 2 de mayo de 1866, en el que Perú derrotó a la flota española.

Andrés Avelino Cáceres
Al estallar la Guerra del Pacífico, Cáceres se encontraba en el Cuzco, y participó en los principales episodios del conflicto. En 1881 tuvo una actitud sobresaliente en la defensa de la capital de Perú, Lima, que terminó cayendo en manos de los chilenos. Herido, se refugió en el hospital jesuita y consiguió fugarse a la sierra central, desde donde comandó una heroica resistencia frente al ejército chileno, conocida como Campaña de La Breña, con el apoyo de los campesinos de la zona. Fue entonces cuando los chilenos empezaron a llamar El Brujo de los Andes a Andrés Avelino Cáceres por sus cualidades de estratega, que lo hacían parecer omnipresente. Después de una muy valerosa actuación, fue derrotado en Huamachuco en 1883.
Obligado el Perú a firmar el tratado de Ancón con Chile, Cáceres se opuso y se sublevó contra Miguel Iglesias. En 1886 fue elegido presidente; gobernó hasta 1890 y fue reelegido en 1894. Pero una coalición encabezada por Nicolás de Piérola lo obligó a entregar el mando. De 1905 a 1914 desempeñó cargos diplomáticos en Europa. En 1919, en reconocimiento a su brillante actuación en la Campaña de La Breña, fue honrado con el grado de Mariscal del Perú.
Biografía
Andrés Avelino Cáceres estudiaba en un colegio de su tierra natal cuando en mayo de 1854 lo visitó Ramón Castilla, caudillo que se había sublevado contra el gobierno de José Rufino Echenique, liderando a la facción liberal. El joven Cáceres se vio atraído por la figura del caudillo tarapaqueño y por los principios liberales, por lo que dejó de estudiar para convertirse en cadete del batallón Ayacucho, que estaba formando el general Fermín del Castillo.
Bajo sus órdenes, Cáceres libró en Lima la batalla de La Palma, en la fue derrotado. Por su participación fue ascendido a subteniente y muy pronto a teniente graduado y efectivo. Intervino nuevamente apoyando la causa de Castilla contra la revolución de Manuel Ignacio de Vivanco en Arequipa. Combatió en Yumina y Bellavista, y participó en el asalto de Arequipa, por lo cual fue ascendido a capitán. En la toma de la ciudad recibió una herida bajo el ojo izquierdo que, felizmente, no le comprometió la vista.
Cuando se dio el conflicto con el Ecuador entre 1859 y 1860, Cáceres, que estaba aún convaleciente por las heridas recibidas en su última campaña, acudió a la defensa de la frontera. Luego fue enviado por el presidente Castilla a Francia, como adjunto militar a la Legación peruana en París, para curarse viejas y nuevas heridas, volviendo al país en 1862. Se integró entonces al batallón Pichincha en Huancayo.

Andrés Avelino Cáceres
Al producirse los acontecimientos que llevaron a la guerra con España, Cáceres se opuso firmemente a la actitud, que consideraba pasiva, del gobierno de Juan Antonio Pezet frente a la ocupación de las Islas Chincha por la Expedición Científica Española. Por su dura crítica al gobierno fue apresado y desterrado con otros oficiales, que lograron huir a Mollendo. Los prófugos se unieron a la llamada Revolución restauradora del honor nacional, que Mariano Ignacio Prado lideraba contra Juan Antonio Pezet y el claudicante Tratado Vivanco-Pareja, que aceptaba las condiciones de la Armada española. Cáceres apoyó el golpe de Estado de Prado, participando en la ocupación de Lima. Con Prado en el poder, fue ascendido e intervino en el llamado Combate del Callao o del 2 de mayo de 1866, donde fue vencida la Armada española, que se retiró a la Isla San Lorenzo, para luego abandonar el Perú.
Después de estos hechos, Andrés Avelino Cáceres solicitó su retiro y entre 1868 y 1872 se dedicó a la agricultura en la tierra que lo vio nacer. En 1872 se opuso al intento de golpe de Estado de los hermanos Gutiérrez contra el que se convertiría en el primer presidente civil, Manuel Pardo Lavalle. El líder del Partido Civil le otorgó la jefatura del batallón Zepita, que Cáceres aceptó gustoso. Tuvo que apagar un conato de rebelión que surgió en sus filas y marchó a Tarma y Chanchamayo para completar la formación de sus hombres. Participó contra la rebelión de Nicolás de Piérola en Moquegua, batiéndolo en el Alto de los Ángeles; tras esta acción fue promovido a coronel graduado. Fue elegido Prefecto del Cuzco en 1877, sin abandonar sus obligaciones militares al frente del batallón Zepita.
La Guerra del Pacífico
Desempeñando este cargo se inició la Guerra del Pacífico (1879-1883), que enfrentó a Perú y Bolivia contra Chile por el control de la región situada al norte del desierto de Atacama, muy rica en salitre. Andrés Avelino Cáceres tuvo que dirigirse al sur en la II División, peleando en la Campaña de Tarapacá, las batallas de San Francisco (19/11/1879) y Tarapacá (27/11/1789). En esta última fue donde Andrés Avelino Cáceres tuvo una destacada actuación cuando logró tomar los cerros, haciendo retroceder a las tropas chilenas, que se vieron obligadas a abandonar sus cañones Krup. Si bien Tarapacá fue defendida gracias a la destreza de Cáceres, fue una victoria provisional, ya que el ejército peruano debió retroceder, dejando el territorio salitrero al enemigo.
Cáceres colaboró en la reorganización del Ejército del Sur para su concentración en Tacna junto con las tropas bolivianas al mando del nuevo presidente de Bolivia,Narciso Campero, que sucedía a Hialrion Daza, depuesto a finales de 1879. En Perú también se había dado una crisis política: el nuevo presidente era Nicolas de Pierola, que había derrocado por esas mismas fechas a Mariano Ignacio Prado. En ese contexto se dio la Campaña de Tacna, en la que intervino Cáceres, demostrando gran valor en el Alto de la Alianza (26/5/1880). Luego, el caudillo se dirigió a la capital, a la que arribó en agosto de 1880. Fue nombrado Comandante General de la V División del Ejército del Centro y partió a Huaral para concluir el entrenamiento del ejército de reserva.

Andrés Avelino Cáceres
Como coronel efectivo participó en la Campaña de Lima, la cual fue organizada personalmente por Nicolás de Piérola; poco dotado como estratega, Piérola ordenó formar dos líneas defensivas demasiado extensas: la de San Juan, compuesta por trincheras y que iba desde el Morro Solar hasta Monterrico chico, y la de Miraflores, que era la línea de reductos, que iba desde Armendáriz hasta camino a Chosica. Las tropas chilenas, al mando de Manuel Baquedano, desembarcaron en Pisco y Curayacu, tres millas al norte de Chilca, llegando a Lima por el Morro Solar, que estaba siendo defendido por Miguel Iglesias, el cual se vio obligado a retroceder ante la presión de las fuerzas chilenas. Cáceres participó en la fracasada batalla, teniendo que retirarse a Chorrillos con lo que le restaba de sus hombres en orden, luego de haber sufrido fuertes pérdidas.
Después de la derrota de San Juan, el 13 de enero de 1881, las tropas chilenas incendiaron Chorrillos y Barranco. Aprovechando la borrachera, Cáceres quería algunos soldados para atacar por sorpresa a los chilenos, pero Piérola se negó. El 15 de enero el ejército chileno rompía la línea de Miraflores, donde Cáceres luchó denodadamente, sufriendo la perforación de su fémur derecho. Acudió a un puesto ambulatorio en San Carlos, y fue escondido por los jesuitas en la celda del padre superior del Convento de San Pedro; dos días después la capital del Perú quedaba en manos de los chilenos. Estaba todavía en convalecencia cuando, el 15 de abril de 1881, huyó de Lima, temiendo ser hallado en las pesquisas que hacían las tropas chilenas. Marchó a Jauja y fue nombrado jefe político y militar de los departamentos del Centro.
La ocupación chilena
Con la caída de Lima el 17 de enero de 1881 se iniciaba la ocupación chilena (1881-1883), que obligó al gobierno peruano a refugiarse en las tierras altas. Cáceres organizó sus montoneras en el Valle del Mantaro, en la Sierra Central, y estableció su cuartel general en Matucana. Fue ascendido a general en agosto de 1881. Luego reubicó su cuartel en Chosica, pero no por mucho tiempo. Le fue ofrecida la presidencia en 1881, que no aceptó para no crear más divisiones. Las principales batallas de la Campaña de la Breña se dieron en Pucará el 2 de febrero de 1882; nuevamente en Pucará, Marcavalle y Concepción el 9 de julio de 1882; y en Huamachuco el 10 de julio de 1883.
Esta última fue la única derrota considerable que sufrió el líder, pues los demás encuentros fueron victorias de Cáceres, que hasta hoy se recuerdan y rememoran a través del folklore popular de la región. Por sus destrezas en la lucha, Cáceres se ganó el apelativo de El Brujo de los Andes. La exitosa Campaña de la Breña duró hasta que el caudillo del Norte, Miguel Iglesias, dio el Grito de Montán desde su hacienda en Cajamarca para poner fin a la guerra. Una asamblea nombró a Miguel Iglesias Presidente Regenerador del Perú y lo facultó para negociar un tratado con Chile. Ello llevó a la firma del Tratado de Ancón de 1883, al que Cáceres se opuso.
En la presidencia
Finalizada la contienda y como consecuencia de ella, comenzó en Perú la época del Segundo Militarismo (1884-1895), en la que los más importantes jefes militares de la guerra contra Chile dominaron el panorama político. Andres Avelino Cáceres se sublevó contra Iglesias, que tuvo que dejar el poder y convocar elecciones, saliendo elegido el héroe de la Breña. En su primer gobierno (1886-1890), Cáceres formó el Partido Constitucional.
En ese contexto de crisis a todos los niveles, Manuel Gonzales Prada pronunció un famoso discurso en el Teatro Politeama en 1888, en el que expresó una crítica feroz al pasado republicano y a sus líderes, entre ellos Cáceres, y reveló su profundo espíritu antichileno. Este discurso se dio en el marco de un evento realizado para recaudar fondos para la recuperación de Tacna y Arica, provincias que se hallaban en poder de Chile desde el final de la guerra. También en este período se desarrollaría el indigenismo, que buscaba superar la discriminación de que habían sido objeto los indígenas. Entre sus exponentes destacó Cloeinda Matto de Turner. Fue una etapa importante a nivel cultural, que se vio enriquecida con una reflexión meditada.
Con el objetivo de cancelar la deuda externa debida a la crisis fiscal y a la ruina del crédito exterior provocada por la guerra, Andrés Avelino Cáceres firmó el discutido Contrato Grace en 1889. En virtud de este convenio, acordado entre el Estado peruano y Miguel Grace, representante de los tenedores de bonos de la deuda externa peruana, los bonistas ingleses cancelarían totalmente la deuda, que ascendía a 51 millones de libras esterlinas. A cambio, el estado peruano entregaría los ferrocarriles por 66 años y tres millones de toneladas de guano, y se comprometía a pagar 33 anualidades de 80.000 libras cada una.
Los tenedores de bonos constituyeron en Londres una compañía para la administración de los ferrocarriles: la Peruvian Corporation. Además, los bonistas debían concluir los tramos ferroviarios de Chicla-La Oroya (ferrocarril central) y Juliaca-Santa Rosa (ferrocarril del sur), y se comprometían a construir 70 kilómetros más de cualquier otro ferrocarril. Asimismo, se les concedió la libre navegación por el Lago Titicaca y el libre uso de algunos muelles del país. En esta época se inició la explotación del caucho y la agroexportación. Surgió el Banco Italiano, que al inicio atendía a residentes italianos y que en poco tiempo fue creciendo y empezó a atender también al público nacional.
Después de su período presidencial, Cáceres fue nombrado Ministro Plenipotenciario del Perú en Inglaterra y Francia. Le sucedió en la presidencia el coronel Remigio Morales Bermúdez, quien murió sin haber concluido su período de gobierno (1890-1894). Su segundo vicepresidente, Justiniano Borgoño, completó su período apoyado por el ejército.
La reelección y la guerra civil
Finalmente, se convocaron elecciones y resultó victorioso Cáceres, iniciándose así su segundo mandato presidencial (1894-1895), mucho más breve que el anterior. Frente a la reelección del héroe de la Breña se levantó una fuerte oposición, liderada por Nicolás de Piérola, fundador del Partido Demócrata, que se había unido a la Unión Cívica de los civilistas, formando la Coalición Nacional. La guerra civil que estalló en 1895 se debió, entre otros factores, a la oposición a la permanencia de los militares en el poder y a la reelección de Cáceres, cuya gestión había recibido duras críticas, sobre todo en lo referente a la firma del Contrato Grace.
En las provincias surgieron las montoneras pierolistas y caceristas, que luchaban entre sí. El 17 de marzo de 1895, Piérola entró en Lima con su gente por la Portada de Cocharcas. Durante varios días se prolongó la lucha en la capital, a pesar de que los caceristas habían sido forzados a retroceder al Palacio de Gobierno. Se calcula que murieron alrededor de mil personas, cuyos cadáveres, al no poderse enterrar, no sólo despedían un hedor insoportable, sino que también amenazaban a la ciudad con una epidemia. Frente a esta situación, el cuerpo diplomático se reunió y logró una tregua de 24 horas entre los dos bandos para sepultar los cuerpos. La paz fue prorrogada y Cáceres tuvo que renunciar. Con la victoria de Piérola se ponía fin al período que los historiadores han denominado Segundo Militarismo.
Finalizada la guerra civil, Andrés Avelino Cáceres se dirigió a Buenos Aires, donde permaneció hasta el año 1899; vivió también en París, y fue Ministro Plenipotenciario en Italia (1905-1911) y Alemania (1911-1914). Cuando volvió a su patria en 1915, promovió la elección de José Pardo y Barreda. Como el presidente no correspondió al favor, Cáceres apoyó el movimiento que lo derrocó en 1919. Fue honrado con el título de Mariscal el 10 de noviembre de ese mismo año. Andrés Avelino Cáceres falleció en Lima el 10 de octubre de 1923.

Francisco Bolognesi

Coronel peruano. Francisco Bolognesi es particularmente recordado por su heroica participación en la batalla de Arica, en la que murió el 7 de junio de 1880 luchando junto a sus soldados y después de pronunciar unas célebres palabras: "Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho". Su valentía y coraje han pasado a la historia como ejemplo de soldado de honor y de espíritu guerrero.

Francisco Bolognesi
Hijo de Andrés Bolognesi, natural de Génova, y de Juana Cervantes, oriunda de Arequipa, fue su padrino el marqués de Montamira, caballero de la Gran Cruz Colorada. Realizó sus estudios primarios en Arequipa. En 1830 ingresó al Seminario Conciliar de San Jerónimo, donde estudió secundaria, sobresaliendo en el curso de matemáticas.
Desde muy joven, a la muerte de su padre (ocurrida el 27 de agosto de 1834), trabajó en el rotativo El Comercio de Arequipa. Estudió contabilidad y llegó a dominar el francés. A los 24 años se dedicó a los negocios de manera independiente, pero su principal interés se centraba en la vida política del país, que por aquel entonces atravesaba una etapa de anarquía.
En 1853, con el grado de teniente coronel, fue designado ayudante del Estado Mayor General de la división de Arequipa, y posteriormente, el 28 de junio de 1854, fue nombrado comisario de guerra. Participó en varias batallas libradas en Ayacucho, Arequipa, Cusco y otros lugares. El 18 de abril de 1856 pasó a servir en la Inspección General del Ejército en Lima.
El 14 de noviembre de ese año fue nombrado edecán de campo del presidente de la República, el mariscal Ramón Castilla. En abril de 1857 empezó a ejercer el mando como artillero y el 7 de marzo del año siguiente fue ascendido al grado de coronel efectivo, por acción distinguida. En la campaña contra el Ecuador de 1860 participó como jefe de artillería.
Enviado a Europa para comprar piezas de artillería, regresó de Londres el 18 de enero de 1862 con el armamento adquirido. En 1872 pasó al retiro, dejando una brillante estela por su recia personalidad de militar a carta cabal en su calidad de excelente comandante de un regimiento de artillería.
La batalla de Arica
Cuando estalló la Guerra del Pacífico (1879-1833), en la que Perú y Bolivia se enfrentaron contra Chile, Francisco Bolognesi fue llamado para tomar las armas y defender la patria. En dicha contienda estuvo al mando de la tercera división y participó en las batallas de San Francisco y Tarapacá.
Después de la derrota de los ejércitos de Perú y Bolivia en la batalla de Tacna, el 26 de mayo de 1880, el sur del país quedó casi del todo perdido en manos chilenas. Únicamente en Arica quedaba una guarnición de 1.600 hombres al mando de Bolognesi, que, aislada por tierra y por mar, estaba condenada a caer. Su emplazamiento era el morro de la ciudad, una cresta natural de unos trescientos metros que se elevaba al pie del océano.
La noticia del desastre de Tacna había tardado en saberse en Arica. El dos de junio habían llegado cinco soldados sobrevivientes con la mala nueva, pero Bolognesi no pudo cobrar conciencia de la magnitud de la derrota y mantuvo la ilusión de que no todo se habría perdido; algunos batallones se habrían salvado y avanzarían a socorrerle.

Bolognesi y sus oficiales en Arica
Bolognesi escribió varios telegramas a Lizardo Montero a Moquegua y Arequipa, prometiendo que la plaza no se rendiría, pero pidiendo instrucciones y en especial la llegada de las fuerzas de Leyva, quien con tres mil hombres había sido comisionado por Montero para socorrerle. No recibió respuesta. Leyva se hallaba entonces en Tarata y, viendo cortado el camino hacia Arica por la ocupación chilena de Tacna, había partido hacia el norte, es decir, en dirección contraria. Le quedaba todavía una carta: la retirada hacia el interior, el valle de Azapa, pero no tenía autorización para ello.
Desde meses atrás había comenzado a minarse el morro que preside el puerto, pero los chilenos capturaron al ingeniero Elmore, encargado de la labor, y descubrieron estos planes. De cualquier manera, la noticia de que el morro estaba sembrado de explosivos retrasó la decisión chilena de atacar y los empujó a negociar la rendición. Se ha dicho, sin pruebas que lo fundamenten, que Montero y Bolognesi habían concebido el plan de hacer volar todo el morro, con defensores y atacantes, e incluso la ciudad, si la batalla se veía perdida. Francisco Bolognesi sabía que las minas podían fallar, ya que eran imperfectas, y que la clave de la defensa era la artillería. Lamentablemente, estaba compuesta de cañones que en su mayor parte no giraban en círculo, complicando la defensa.
El 5 de junio de 1880 un parlamentario del ejército chileno, el mayor Juan de la Cruz Salvo, se acercó a pedir la rendición de la plaza a fin de evitar un derramamiento de sangre. El honor militar, aseguró, no debía llevar a un sacrificio carente de antemano de fruto. El ejército chileno tenía seis mil hombres y armamento superior; la proporción era de cuatro a uno. Juan de la Cruz Salvo ofreció una capitulación en términos dignos para los vencidos.
Ante el requerimiento del parlamentario enemigo, Bolognesi replicó: "Tengo deberes sagrados que cumplir, y los cumpliré hasta quemar el último cartucho". "Entonces, está cumplida mi misión", sentenció el mayor Juan de la Cruz Salvo. El coronel, le pidió sin embargo, unas horas para dar una respuesta final, porque quería consultar con sus comandantes, pero Salvo señaló que no había tiempo para ello y que debía volver de inmediato. Bolognesi le pidió aguardar unos instantes. Llamó a su estado mayor, les transmitió la comisión del parlamentario chileno y lo que había sido su respuesta. Todos se adhirieron a ella.
El día 6 de junio de 1880 se produjo la defección del coronel Agustín Belaúnde. Bolognesi lo mandó apresar, pero escapó y huyó hacia Moquegua. En el camino se cruzó con el prefecto de Tacna, Alejandro del Solar, quien se dirigía a Arequipa. Sorprendido del encuentro, Alejandro del Solar le preguntó por la suerte de Arica. Como Belaúnde no supiese responder, se imaginó el resto y lo hizo apresar. Estuvo a punto de ser fusilado, pero se le perdonó. Años después fue elegido diputado por la provincia de Tayacaja.
Los chilenos decidieron atacar por el lado este, el más escarpado, y no por el del mar, donde los peruanos habían concentrado la defensa. El 6 de junio hubo intercambio de disparos entre la flota chilena y la artillería del morro y la del único navío peruano, el Manco Capac. Al mando del coronel Pedro Lagos, sagaz estratega, el ejército chileno hizo varias maniobras de distracción para confundir a la defensa, dejando hogueras encendidas en un lado, movilizando las tropas hacia otro y utilizando a Elmore como parlamentario de una última propuesta de rendición, sabiendo que Elmore contaría a Bolognesi el emplazamiento de las tropas chilenas, que luego cambiarían. En realidad, Elmore malició, correctamente, que el ataque iba a tener lugar por el lado opuesto al que le empujaban a creer, pero Bolognesi, fiel a los reglamentos, no quiso recibirlo por tratarse de un prisionero del enemigo.
El 7 de junio de 1880 se produjo el ataque por el lado este, a las cinco y media de la madrugada. Tras tres horas y media de lucha la bandera peruana fue arriada del morro. Los tripulantes del Manco Capac hundieron el barco para evitar su caída. El plan de las minas no funcionó. Según una versión chilena, Bolognesi corrió hacia la Santabárbara poco antes del final para hacer explotar las minas; al ver que no pasaba nada, gritó "Traición". Los peruanos vieron morir casi la mitad de sus efectivos; entre ellos el coronel Bolognesi, ultimado de un culatazo.

Miguel Grau Seminario

Biografía
Hijo del teniente coronel Juan Manuel Grau Berrío, de ascendencia catalana, y de Luisa Seminario del Castillo, descendiente de antiguas familias de la región, la infancia de Miguel Grau transcurrió en Piura y más tarde en el puerto de Paita, cuando su progenitor fue nombrado vista de aduana.
En 1843, siendo todavía un niño, el pequeño Miguel se embarcó en una goleta comandada por Ramón Herrera, gran amigo de su padre, que hacía un viaje de Paita a Panamá. Lamentablemente la goleta naufragó y, a su regreso al hogar, su madre no estaba dispuesta a consentir ya nuevos embarques. Ingresó en el colegio de Nieto, en el cual, según uno de sus biógrafos, Fernando Romero Pintado, "Miguel se torna taciturno. En el colegio está siempre distraído, callado, casi hosco. Merodea por la playa apenas terminan las clases y en los días de vacaciones".
Contaba once años cuando doña Luisa, su madre, aceptó que volviera a cruzar los océanos. Recorrió entonces todos los mares y durante nueve años (según el historiador Alberto Tauro del Pino) el joven Grau "surca mares de Asia, Europa y América en diversos transportes y aun en buques balleneros". Al regresar al Perú (1853) se radicó en Lima, donde fue alumno del poeta español Velarde y estudió para ingresar en la Marina.
El 14 de marzo de 1854, con diecinueve años, se convirtió en guardiamarina y vistió por primera vez el uniforme que cubriría de gloria. Navegó en los vapores Rímac,Vigilante y Ucayali antes de ser trasladado a la fragata Apurímac, donde sirvió con Lizardo Montero, otro ilustre marino piurano. Cuando prestaba servicio en laApurímac, el comandante de esta nave apoyó la revolución del general Vivanco. Tras el fracaso del movimiento, y junto con otros jóvenes oficiales que formaban parte de la tripulación, Miguel Grau fue separado del servicio (1858) y volvió a la marina mercante.
De guardiamarina a diputado
Llamado nuevamente, regresó a la Marina el 11 de septiembre de 1863, casado ya con Dolores Cavero, quien le dio nueve hijos. Ascendió a teniente segundo y el 4 de diciembre del mismo año a teniente primero, para pasar pocos meses después a capitán de corbeta. Enviado a Europa para traer la corbeta Unión, llegó a Valparaíso en 1865, año en que fue ascendido a capitán de fragata, y desde el puerto chileno apoyó la revolución del coronel Mariano Ignacio Prado.

Miguel Grau
Siempre al mando de la corbeta Unión, participó en el combate naval de Abtao (7 de febrero de 1866), y siguió hacia el sur hasta los canales de Chile, para esperar las nuevas naves adquiridas en Inglaterra. Cuando Prado, posponiendo a brillantes marinos peruanos, contrató al contralmirante norteamericano John Tucker para comandar la Armada, Grau protestó y presentó su renuncia, actitud que fue considerada como rebeldía. Fue preso en la isla de San Lorenzo y permaneció allí hasta que, después de un largo juicio, salió absuelto.
Pasó nuevamente a ejercer su profesión de marino en la actividad privada y tuvo el mando del vapor mercante Puno, propiedad de la Compañía Inglesa. A finales de 1867 regresó a la Marina en calidad de comandante del monitor Huáscar. El 25 de julio del año siguiente fue ascendido a capitán de navío y el 19 de abril de 1873 a capitán de navío efectivo, siendo después, durante siete meses, comandante general de la escuadra de evoluciones. Pasó luego a ocupar el alto cargo de comandante general de la Marina.
En 1872, al iniciarse la revolución de los hermanos Gutiérrez, Grau encabezó el pronunciamiento de la Marina en contra de la dictadura. Al no ser escuchado para reorganizar y modernizar la Armada, ingresó en la política y fue elegido diputado por Paita en el período comprendido entre 1876 y 1878.
La Guerra del Pacífico
En 1879 estalló la Guerra del Pacífico, también llamada Guerra del Salitre. En aquella contienda Perú y Bolivia se enfrentaron contra Chile por el control de la región situada al norte del desierto de Atacama, muy rica en salitre. El primer gran escenario del conflicto fue el mar, el único medio a través del cual podían desplazarse los ejércitos. Chile contaba con una escuadra superior a la del Perú, y la flota de Bolivia era inexistente. Cuando Chile declaró la guerra al Perú, Grau aceptó dirigir la primera división naval aun a sabiendas de la superioridad que tenía la escuadra chilena en tonelaje, número de barcos, cañones y espesor de blindaje, frente a la debilidad y mal estado de las unidades peruanas.

El Huáscar, comandado por Miguel Grau
Durante seis meses Miguel Grau, al mando del monitor Huáscar, lograría impedir el desembarco de las tropas chilenas en el territorio peruano. Inició su campaña en mayo del mismo año y en su primera acción, el combate naval de Iquique, hundió la corbeta chilena Esmeralda, capitaneada por Arturo Prat, que resistió heroicamente. Miguel Grau salvó a los náufragos, lo que hizo que uno de ellos, al llegar a la cubierta del Huáscar, gritara agradecido: "Viva el Perú generoso".
El Huáscar realizó en los meses siguientes una serie de acciones sorprendentes frente a una escuadra tan poderosa como la chilena. Apresó transportes enemigos, requisó carbón de puertos chilenos y despistó constantemente a los buques enemigos que recorrían la costa en su busca. El congreso ascendió a Grau al grado de contralmirante el 26 de agosto de 1879.
La batalla de Angamos
El primero de octubre de 1879, en la que iba a ser su última partida, el Huáscarzarpó del puerto de Iquique, donde el transporte Rímac había desembarcado tropas bajo su protección. Apresó una goleta al sur de Huasco y el día 5 se hallaba ya en la costa de Coquimbo, territorio chileno. La marina chilena había renovado los mandos y ordenado su flota en dos divisiones para cazar al ya célebre navío. Su plan tuvo éxito el 8 de octubre de 1879, cuando descubrieron al Huáscar en alta mar, frente a Punta Angamos, acompañado de la Unión, en viaje hacia el norte.
La flota chilena, compuesta por seis barcos todos ellos superiores al Huáscar en blindaje y potencia de fuego, formaron un círculo para batirse con el buque insignia de la marina peruana. Grau ordenó a la Unión retirarse para distraer la flota enemiga, lo que se logró en parte porque dos corbetas chilenas salieron en su persecución. La Unión fue más rápida y consiguió escapar; el Huáscar, en cambio, fue encarado por el Cochrane, que con sus poderosos cañones logró perforar el blindaje del casco y la torre de mando.
El comandante Grau murió despedazado. El mando pasó a Elías Aguirre, que también murió. Correspondió el turno al teniente primero Melitón Rodríguez. Caído también él, tocó el mando al teniente Pedro Garezón, quien conversó brevemente con tres oficiales que quedaban vivos y ordenó hundir la nave porque ya se encontraba inmovilizada. Los maquinistas abrieron las válvulas, pero los desperfectos de la maquinaria paralizaron la inmersión, dando tiempo a que llegaran los buques enemigos, abordaran el monitor y detuvieran su hundimiento. Miguel Grau pasó a la inmortalidad como un marino estratega y valiente pero generoso, que cumplió con sus proféticas palabras: "si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré"